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Pablo Iglesias: “Confío en abrir 167 bares en toda España para finales de 2024 y dar el salto a Estados Unidos en 2026”

ENTREVISTA EXCLUSIVA

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“¿Aquí se sirve a los periodistas sanchistas?” La camarera responde que sí. “Un tercio, por favor”. Nos pedimos una cerveza, pero rápidamente la camarera nos recomienda los cócteles de la casa. El Sorpasso, el Abortazo y el Eutanasio (el más fuerte de todos), esos son los tres cócteles estrella del bar de Iglesias. En la barra del local sorprenden tres carteles: el de «Si fío, pierdo lo mío», una foto de Íñigo Errejón con la advertencia «No se admiten niños» y una foto del presidente del Gobierno con la frase «Perros no». El expolítico no nos recibe con un trapo en el hombro y limpiando vasos, sino enfundado en una americana y con una camisa informalmente desabrochada, y antes de que le podamos lanzar ninguna pregunta nos dice: “Bienvenidos al Garibaldi, aquí la idea es que hagas lo que quieras. Puedes tener una asamblea informal antidesahucios, una cenita romántica con una de tus parejas de tu relación poliamorosa o irte a la barra a petarte de copas con tus colegas.”

Hablemos del restaurante.

Con la carta hemos querido romper, aquí hemos tirado por el rollo fusión street-food y hay tacos, hay empanadas argentinas, focaccias, smashed burger, hay gyozas…

¿Cuál es el concepto del local?

Nuestro manifiesto es inquebrantable: aquí reivindicamos el canallismo, la sobremesa que se alarga… Reivindicamos que se te vaya un miércoles de las manos, ¿no? Y sobre todo reivindicamos la penúltima [levanta una copa con la mano derecha y se la bebe]. Después de comer, aquí se baja la luz, se le da cañita a la música y empieza el tardeíto. 

Es un concepto muy original, toda la carta está llena de referencias y guiños. 

Esto ya está pensado para Instagram y te metes en la etiqueta y ves que hay muche niñe guape. Flipas. Aquí somos cuatro, pero yo lo que pongo es la pasta y aporto concepto, relaciones públicas… Que venga gente que mole, estas cosas.

¿Está teniendo éxito?

Aquí un finde sin reserva olvídate, imposible. Si me conoces llámame y miro si puedo cancelar alguna reserva y te vienes. Depende de quién seas, también. Pero a veces me llama un VIP, cojo la lista y al que menos me suena lo chuto. ¿Qué vas a hacer?

¿Tienen ya parroquianos en el bar? ¿Quién es su mejor cliente?

Pues el mismo que el de todos los bares de Madrid: Miguel Ángel Rodríguez. Si es que los bares están por encima de la política.

¿Alguno más?

Pues fíjate: los amigos de Íñigo Errejón llevan ya dos semanas gastándole la broma de quedar aquí con él. Y está ahí de morros. Y yo me acerco a la mesa y me siento en el taburete y les digo “¿qué tal todo, chicos? ¿Habéis estado alguna vez? ¿Sabéis cómo va?”. Le da una rabia que te mueres. Pero mientras paguen…

¿Cómo se le ocurrió montar un bar?

¿Cómo se me ocurrió hacer un partido político? ¿Cómo se me ocurrió montar un canal de televisión? Yo huelo una oportunidad y me lanzo. Y Madrid es una ciudad magnífica para el que quiere emprender. El éxito es levantarte cada mañana y estar emocionado. La gente tiene miedo al cambio cuando el cambio es bueno si es para arriba. Llevo desde las cinco levantado: hago mis burpees y me lanzo a comerme el día como una fucking bestia. 

¿Qué le dijeron sus amigos o sus excompañeros de partido cuando dijo que quería montar un bar?

Pues lo que le dicen a cualquier emprendedor, que está loco. Pero es que supongo que lo estoy [risas]. Fíjate que un compañero de otro partido, Ángel Gabilondo, me llamó y todo. Él, cuando dejó la política, también montó un bar, el Gabilondi, y tuvo que cerrar porque la gente se quejaba de que tardaba en servir las mesas.

¿Y su mujer, la exministra de Igualdad Irene Montero?

Está un poco mosca de que le diga cada tarde “quédate con los críos que me bajo al bar” [risas].

¿Montaréis otro?

El “concepto Garibaldi” está pensando para franquiciarse por su simplicidad, su rentabilidad para el franquiciado, su estética, su desarrollo. Esto es un concepto estrella. Esto va a petarlo. Mi plan es que la gente no diga “me voy al bar” si no “me voy al Garibaldi”. El concepto es muy escalable. La marca tiene un potencial tremendo. En el futuro habrá un Garibaldi en cada esquina, en cada ciudad, en cada aeropuerto. 

¿También aeropuertos?

Sí, también, claro. A otros precios, claro. En un aeropuerto lo suyo es que cada zumo de naranja cueste 200 euros o así. ¡Libre de impuestos! Para finales de este año quiero que haya 167 garibaldis en toda España. En 2025 esperamos llegar a 700. Y en 2026 daremos el salto a Estados Unidos, empezando por Miami. El concepto es muy disruptivo y la clave no está solo en el producto-producto-producto, sino en la estrategia omnicanal, en el value to proposition, en el storytelling… Todo esto es thought leadership, no es otra cosa. Vaya, en mí. Como con Podemos, si es que al final un partido y un bar son lo mismo.

¿Dejará sindicarse a sus trabajadores cuando sea una gran cadena?

No solo dejaré sindicarse a los trabajadores sino que el líder sindical seré yo mismo, que para eso tengo experiencia en esos temas. Si un trabajador tiene algún problema con la empresa, lo tiene que hablar con el sindicato, que soy yo. Y yo negociaré con la empresa, que soy yo. A rojos no nos gana nadie [risas].

Pero en el bar se paga con dinero.

Sí, bueno, claro. El otro día tuve que echar a patadas a un tipo porque me quería pagar unas bravas con poemas. Y vamos a ver… una cosa es ser rojo, otra gilipollas. De nada sirve un buen producto si no está acompañado de un buen servicio y de un ambiente apropiado. Todo lo que sé de economía, marxismo… está aplicado en el Garibaldi. El secreto de la franquicia es la plusvalía, que se la queda el empresario hostelero, que soy yo. Si lees a Marx, es difícil equivocarse montando un negocio porque todas las claves para triunfar están ahí: expansión, monopolio, plusvalía, alienación… Aplicas todo eso con cabeza y en dos meses estás en lambos (Lamborghini). Esfuerzo, innovación, estrategia. No hay más.

O sea que nada de pagar con poemas.

No, no. Aunque aceptamos bitcoins, ojo. Y vamos a sacar algunos platos en NFT.

¿Qué le diría a esas personas que le siguen desde el 15M?

Creo que si el bar demuestra algo es que el 15M fue un éxito. Podemos dar por culminado el movimiento. Han sido años de lucha para llegar hasta aquí, con mucha gente en contra. Pero aquí estamos, asaltando los cielos.

¿Es dura la hostelería?

Es muy esclava y muy dura. El empresario se lo juega todo, todo. Yo lo que le pediría al Gobierno es que, ante cualquier eventualidad, proteja la hostelería. Los empresarios hosteleros estamos muy desprotegidos. ¡Nos fríen a impuestos!

¿Qué tal es la relación con el gobierno local? ¿Tuvo problemas para los permisos?

Yo solo diré que suerte del alcalde y de Ayuso, que le echan huevos frente al Sánchez y protegen al empresario. Si no, estaríamos vendidos. Menos árboles y más espacio para las terrazas, más libertad de horarios y libre despido. No pido más. 

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