Un gol de Dani Olmo salvó la dignidad española. El remate del futbolista del Leipzig, que tocó en Jules Koundé antes de entrar, acabó en la portería, volteando el marcador del partido y dejándolo 1-1. Había nervios en la Selección, pero se disiparon cuando llegaron con las tablas, pese a que finalmente no pudo ser y se quedará sin participar en la final.
Parece mentira que el gigante rojo, por más que hizo su magia, empatara contra un equipo menor como es el francés, pero fue difícil imponer el dominio español en el campo con solo nueve jugadores. ¿A qué se debió esa decisión de convocar a dos jugadores menos de la cuenta? Quizá hubo un exceso de confianza en la natural superioridad española y se quizó dar algo de ventaja al contrario. Pecamos de orgullo: el gol francés no fue una anomalía en un contexto en el que se jugó con dos jugadores menos. Se hizo lo que se pudo, que no fue poco.
Y sí, antes del (único tanto español) que supuso el gol de Dani Olmo un inmigrante robó (qué bien se les da) el balón a los nuestros para marcar un gol por su cuenta. Que le aproveche.
En fin, empate 1-1 que deja un sabor agridulce y que impedirá a España jugar la final. El marcador no reflejó la superioridad manifiesta de España, pese a que fue el verdadero vencedor de una contienda épica. La Roja demostró que, a pesar del resultado, es una selección que sale a darlo todo… aunque cuente con menos jugadores que Francia (o lo que dice ser Francia, que uno ya no sabe).
Y ojo, que la cosa puede ir a peor, todo parece indicar que nuestro equipo contará cada año que pasa con menos y menos jugadores hasta que los peces gordos del Congreso no lo remedien de alguna manera (yo no voy ideas que luego viene la policía). Pero es evidente llegará un punto en el que la Selección Española sean solo dos personas. Y luego, una.
Y luego ya, ninguna.
Viva (lo que queda de) España.
Viva.
Ay.
