Tras décadas sufriendo enormes pérdidas a causa de su buena voluntad y noble predisposición, esta semana el Banco Central Europeo ha informado de que dejará de fiar. A partir del próximo mes de septiembre, cualquier persona que quiera recibir un préstamo de la entidad tendrá que mostrar su documentación y también acreditar que podrá devolverlo. “De puro buenos estábamos siendo tontos”, reconoce la presidenta Christine Lagarde.
Desde la creación de este banco comunitario, millones de personas, europeas y no europeas, se dedicaban a ir a la sucursal a pedir dinero con la promesa de que pronto lo devolverían. “Necesito 15 euros para el supermercado, mañana me pagan las horas extras y te lo devuelvo”, decían, a lo que el Banco Central Europeo siempre respondía entregando el dinero sin ningún tipo de reticencia. “No había control, dábamos 10 euros a uno, 50 a otro, y no se anotaba nada”, explica Luis de Guindos, vicepresidente del BCE.
La decisión la han alentado las dificultades económicas a las que se enfrenta Europa en los últimos años con la pandemia y las guerras. De hecho, este mediodía, la entidad ha colgado en su sede de Alemania el rótulo con la frase “Hoy no se fía, mañana sí”. El BCE también ha decidido empezar a poner una cadenita a sus bolígrafos para que la gente deje de llevárselos. “Llevábamos años sin poder firmar documentos”, lamenta el banco.
Los responsables del Fondo Monetario Internacional también han informado de que, tras años de búsqueda, al fin han llegado al fondo y han visto que no cabe más dinero.